Nada más nacer comienza tu camino en la vida. Te subes a un tren de camino a un largo viaje y te acompañan unos pocos que dicen estar a tu lado de por vida, pero te vas dando cuenta de que se van bajando en las distintas paradas del largo recorrido. Y más adelante aparece gente nueva que se sube a tu tren y cuenta contigo en todo momento haciendo que olvides a aquellas personas que al bajarse del tren te hirieron, aunque siempre estará el recuerdo de aquella amistad que perdiste y a la que perdonarías todo el daño hecho porque solo los buenos recuerdos son los que hacen que sonrías acordándote de ella. Son muy pocos los que quedan al final de ese recorrido, pero son los que realmente valen y lo mejor de todo es que son una minoría, como se dice en la calle ''los amigos se pueden contar con los dedos de una mano''. A cada amigo le muestras una pequeña parte de ti, te muestras tal cual eres, sin máscaras, sin mentiras, solo siendo tú mismo y solo aquellos que te aceptan como eres son tus verdaderos amigos. Aquellos que te dicen lo que piensan realmente de ti, aunque sepan que te va a doler, pero lo hacen por tu bien. Aquellos con los que cuentas para todo y ellos también cuentan contigo para todo y en todo momento, que no pueden vivir sin ti. A los que echas de menos cuando no estás cerca de ellos.
Muchas cosas se puede decir de los amigos, pero la verdad más cierta es que siempre ese puñado de amigos que ''puedes contar con los dedos de una mano'' se puede llegar a convertir en tu pequeña familia, esa que nunca te abandona y está en cada tropiezo y caída y te levanta del suelo sin importar lo mal que lo hayas hecho, porque te aceptan tal y como eres.
