lunes, 30 de diciembre de 2013

Romeo & Julieta

La chica de la melena pe-leona al principio se resistía a caer.
Pero Él en sí era pura fuerza centrípeta
¿La consecuencia?

Se arrojó precipitada, sin paracaídas ni protección alguna.
Insegura. Sabedora de la inestabilidad que suponía saltar a su lado.
Que abajo el suelo era duro, pero prefirió sumergirse.
Y por las noches Ella,
aferrada a los oscuros cabellos de ''su hombre compartido'',
juega a enredarse entre cada uno de los hilos de plata
que la distante Juventud a éste regaló.

Y caer de bruces contra el suelo pedregoso duele.
Aún le quedan varias vidas. Pero el golpe la lastima.
Él la quiere, pero de formal especial.
Dice que es diferente a las demás.
La adora tanto como para no soltarla y aferrarla sin escrúpulos,
aún sabiendo las consecuencias...
Pero tan poco como para dejar que otros lo hagan.

Ella intenta alejarse.
Baja la guardia y se arrastra de nuevo con todas sus heridas.
Su alma cansada de mentiras trata de salir a flote
de entre los escombros que ocasionó la caída.
Se empeña en intentarlo. Persiste.

Un imposible.

Y se asfixia con Él saliendo perjudicada.
''No tengo nada que perder'' dice.
Y Ella, dulce ingenua, más adicta a Él que nunca,
sabe de su equivocación, pero ya es tarde.
Sabe que es malsano. Sabe que tanto placer le hace daño.

A Ella le es indiferente,
en su lugar naufraga en cada uno de sus ''mimos''
y cada vez que Él la retiene entre sus brazos,
que su profunda mirada le atraviesa la ropa interior,
o su sonrisa hace vibrar su cuerpo,
Ella siente ese miedo diferente que la hace aún más adicta.
Adora sentir ese miedo. Se muere por sentir ese miedo.

Y mientras tanto...
Ellos arden convirtiéndose en despojos de ese fuego
que incendia la noche mudando la mañana en cenizas
que aún crepitan cada vez que sus impuras miradas se cruzan.


Mi mimado Disparate.

De entre todos mis errores volvería a cometer aquel
que me llevó de paseo por tu desnudo torso prohibido.
Te entrego la jurisdicción de mi cuerpo,
aquí y ahora, o a todas horas.
Y vuelvo a caer en ese error,
el que nos hace amantes en sigilo,
el que me incita a pasar la noche entera en vilo.